lunes, 27 de octubre de 2008

el rincon de Federico Vistock.

LOBO SUELTO, CORDERO ATADO.

El heredero de una vieja familia dinástica, quizás Rómulo, quizás Remo: cuenta, que sólo se había quedado, al asesinar de cuatrocientas puñaladas y un beso bizarro a su hermano. Igualmente, la fonda en la que se estaban rozando, estaba a punto de estallar; sus hijos olían a cabaret, y sus abuelos vaya saber a que; el día que Rómulo o Remo mato a su hermano, ese día las estrellas acercaron a la tierra a un humano, hombre obeso, de bonete rojo y dientes blancos, ese cuerpo que sudaba desgano, trajo un regalo y no era un juguete sino un gran habano. Rómulo seguía a Remo, Roma seguía a Delos y todos huían ante tal profundo carmesí. Era un sábado por la noche y Amulio el hermano del Rey salió a aniquilar castas. Rómulo y Remo embarcaron en una cesta, de simple huella y recia esperanza, aparcaron cerca de lo que sería luego su hazaña, y allí se cuenta que fue Luperca, la que los alimento, pero parece que fue mutua la lactación; Rómulo tal vez Remo se enamoró, y Luperca finalmente solos los dejó. Envueltos en un mar de gente ambos huyeron ante la unción, el pueblo etrusco los alababa, como a dos reyes, como a Palas Atenea tantos hombres galanteaban. Llegaron al Lacio tierras fértiles si las hay, cuadraron la ciudad; atentado a la libertad, cerco firme, corral de metal, hierro fundido al alma, que jamás volverá a volar. Los pájaros soñaban y los dos prófugos mostraban sus garras, como una antesala de lo que se avecinaba; la sangre oblonga correría por los ríos como en la Roma quadratta, y ante la violación de la propiedad privada, Rómulo mató a Remo de cuatrocientas puñaladas. Finalmente sólo quedo; su hermano sangraba, sudaba, agonizaba y él sentado en el trono que forjó a acuchilladas, miraba la triste escena sin murmurar palabra. Su herencia sería patricia, de firme quijada, alta alcurnia que al pueblo despreciaba; dioses terrenales, escribas, que al mundo formaban, dando nombre hasta la más simple mirada. Y así entre fraternas artimañas se concibió la historia humana, tan colérica como truhana.

FREDERICH VISTOCK
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A las copas
a las armas
a las "chochas"
con guirnaldas

de lamé
al cabaré,
ronrón de gata
que succiona
el glande
de un finés

las damas finas,
de abolengo,
¿si se enfrentaran
a horcajadas
a ese
cubano
marinero?
a ese negro,
tan
tan
recio
que
les disipa
con caderil contoneo
el vacilar lento,
y,
sus
rivales,
esas
negras,
tan odiosas,
esas chinas
insidiosas,
esas mozas,
que nunca
suben
a una
carroza,
con finura,
se deslizan,
en la noche
de apostura
sin embargo
comatosas,
solo usan
las carrozas
para
taparse,
con un manto,
de baldosas

las madres bien,
no hacen ni dejan,
el domingo fieles
y de sudario
se incan
ante el campanario;
las otras,
mas terrenas :
quehacer milenario
hacen vibrar al mundo,
hacen cantar al canario

las otras damas,
que se dicen
ser de Alaska
esconden con discimulo
todo el humo
y
la espuma
de la casta amargura

Zara goza
Santa Rosa bebe Lima,
son sus
amantes
militares,
hombres
muy hombres
a raudales
almas en pena
siempre hirsutas,
esas mujeres
son tambien vergeles,
caminan con sus joyas,
desfilan por los cuarteles
pero ellos
todos marchan
todos cuadran,
su marcial
parada,
ellos rezan ,
con la diana,
siempre firmes,
de ello se ufanan,
pero
cuentan sus
pecados,
no en la damas,
sino
en el pecho,
de la madama,
esa virgen
virgen de canas,
una madama
no muere ,
sino en la cama.








1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por entrar a mi blog: (www.secretosinsolentes.com.ar) y por tus comentarios. Me gusta que te animes. No te preocupes: Escritores pocos, correctores literarios miles. Bueno lo tuyo. Un saludo de T.J.B., aunque no te gusten los de doble apellido.